Terminé de escribir mi primera novela cuando contaba con treinta años. Es posible que la comenzara un año antes, más o menos. Un viaje a Madrid me inspiró para un cuento de estructura enrevesada con varios hilos temporales que se entrecruzaban. El protagonista, un tipo metido siempre en líos con la gente equivocada (sobre todo mujeres), se ve envuelto en un asesinato... Al final descubre que la muerte ha abandonado a la humanidad.
La novela solamente coge del cuento retazos de aquí y allá. El protagonista, Esteban Oporto, mantiene algunos de sus rasgos, aunque el grueso de la trama poco tiene que ver. De hecho, el libro comienza con el descubrimiento por parte del protagonista de que la humanidad es inmortal. Poco a poco este insólito hecho acaba teniendo consecuencias en el plano social y político, aunque el relato se centra en el pequeño universo de Esteban. Se trata en realidad de una novela que mezcla los elementos policiacos con una trama de fantasía.
Una de las influencias directas de la novela procede del cuento "El soldado y la muerte", de Aleksandr Afanásiev. Lo curioso es que mi primer contacto con esta historia procede de un programa infantil de los ochenta titulado El cuentacuentos. En uno de sus capítulos, el narrador (doblado por el genial Carlos Revilla) contaba una versión del cuento ruso mezclando actores reales con marionetas. Cuando vi aquel programa con ocho o nueve años me quedé fascinado y, por qué no decirlo, aterrado al mismo tiempo. La marioneta que utilizaban para representar a la muerte aún me causa cierta inquietud... En el cuento, un soldado de buen corazón que venía de la guerra conseguía atrapar a la muerte con un saco mágico. No tardaba en desatarse el caos.