Fuente: álbum de fotos de la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes.
Fuente: álbum de fotos de la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes.
Para el que le guste leer, descubrir la literatura hispanoamericana es todo un lujo, pues las innovaciones del llamado boom de la narrativa hispanoamericana marcaron un antes y un después en la literatura universal, encumbrando (aún más si cabe) a la novela como el subgénero literario más influyente en nuestros tiempos. El auge y difusión de autores como Gabriel García Márquez, Mario Vargas Llosa, Carlos Fuentes o Julio Cortázar sirvió asimismo para dar a conocer al mundo una ingente cantidad de escritores y escritoras que ya antes de dicho boom empezaban a hacerse un nombre en el mundo de las letras hispanoamericanas.
Así ocurrió con la generación del 45, anterior por tanto al boom, de la cual surgieron nombres como Juan Carlos Onetti o Mario Benedetti. La sociedad uruguaya de aquel entonces había experimentado un cambio social que estos escritores supieron captar: el mundo urbano ganaba terreno al rural. Mario Benedetti escribe en sus Cuentos sobre ciudadanos corrientes, de clase media, que ven cómo se les echa encima la barbarie fría y planificada de la dictadura y bien la sufren directamente en sus carnes torturadas, bien padecen las melancólicas consecuencias del exilio.
Es cierto que no todos los cuentos de la antología giran en torno a estos temas. Los hay que reflejan el pequeño horror de lo tristemente cotidiano, junto con algunos otros más experimentales, en los que Benedetti se inclina más por la forma. Hay cabida también para el fútbol, al que el autor uruguayo era gran aficionado. No importa el traje con que vista las pasiones de sus personajes. Tanto los torturados por la policía como los futbolistas contagian al lector con la fuerza de sus padecimientos y emociones. No es posible resistirse a esta poderosa fuerza de la literatura, capaz de ser ejercida no por todos los que se dedican a este oficio.
Conmover a distancia, en espacio y tiempos diferentes, entre realidades que distan mucho de ser semejantes... Hacer que unos personajes que no existen, pero que podrían hacerlo en cualquier momento, te importen, que sufras con ellos mientras aguardan su turno a que los mutilen con la picana o mientras lamentan haber marcado ese gol que nunca debería haber entrado... Estas cualidades son las que definen el arte de la buena literatura.